viernes, 24 de septiembre de 2010

Vida en la Universidad de Jordania

Al fin empecé las clases en la universidad el miércoles día 22 (sorprendida al darme cuenta de, una vez más, cómo el número 22 marca fechas importantes en mi vida).
La Universidad de Jordania es la más importante del país. Es enorme y cuenta con unos 40.000 estudiantes. Nos reíamos con un amigo al comprobar que ésta es 7 veces más poblada que el pueblo de donde venía. Para mí, la palabra que mejor define la universidad es “diversidad”. Diversidad en la forma de vestir (desde las chicas más cubiertas que sólo muestran sus ojos, a las chicas más indiscretas), en creencias y religiones, en la situación económica (gran diferencia entre los que viven cómodamente y los que van más ahogados), en la procedencia (desde palestinos hasta coreanos), etc. Y es precioso irse fijando en esa diversidad y en cómo todos se mezclan haciendo de cualquier diferencia algo de lo que sacar provecho.
Además, la universidad, aparte de facultades, cuenta con cuatro bancos, biblioteca, restaurantes (uno caro y otro barato), montón de cafeterías, y… ¡hasta una clínica!
En el Centro Internacional de Idiomas donde estudio, poco me sorprende cuando observo al alumnado: la cantidad de chicos brilla por su ausencia. Mis compañeras traductoras ya entenderán a lo que me refiero cuando digo que de cada 100 chicas, encuentras 4 chicos, y de esos 4, tres son gays; y que sí, de tanto en tanto te encuentras algún personaje de anime por los pasillos y te entran ganas de preguntarle de qué serie manga sale.
En fin, empecé las clases. Mi profesor, el Sr. Ghutaiba nos dijo desde el primer momento, que en clase no se tenía que oír una sola palabra que no fuera en árabe. El nivel del resto de mis compañeros, a diferencia de lo que yo pensaba, es más o menos el mío. Hay un par o tres que sólo saben hablar el dialecto jordano que, por lo que he comprobado, es el que usa TODO el mundo. ¡TODO! Para que lo entendáis mejor… la gente en la calle no habla el árabe que yo aprendí en la universidad, se le llama árabe fusha (que signifca “claro, puro”) y se diferencia de los dialectos de cada país por ser el árabe estándar que se utiliza en todos los países del mundo árabe. Se puede oír en conferencias internacionales, canales de televisión, prensa, literatura, etc. Cuando yo hablo árabe por la calle puedo hacerme entender pero a pocos entiendo. Se diferencia poco del dialectal, pero lo suficiente para que, si ya me perdía oyendo hablar fusha, al oír dialectal ya me pierdo del todo. La gente lo estudia en el colegio, pero como luego no lo usan, pierden el dominio del fusha.
Por ello, he tomado la firme decisión de que voy a aprender ambos.
Ya ven, aunque aquí no se encuentren tigres y leones… cada día es una nueva sorpresa.


martes, 21 de septiembre de 2010

El día más esperado

Y sí, llegó al fin ese día, el día que llevaba esperando durante una semana y media, el día en el que iba a empezar en serio lo que será mi vida jordana durante el próximo año.

El lunes día 20, fui al Centro de Idiomas de la Universidad de Jordania donde durante casi tres horas estuve haciendo el examen que definiría el nivel desde el que empezaría el curso de árabe para extranjeros.

El examen constaba de 3 partes: auditivo, escrito y oral. Después de salir algo desanimada del oral por no haber sabido entender que la mujer me preguntaba lo que significa un “visado”, y creyendo que la batalla estaría entre quedarme en el nivel 2 o el nivel 3, volví a casa e intenté no pensar más en ello. El 21 de septiembre, iban a darnos los resultados.

Hoy, asistí a la presentación ofrecida por el Director del Centro acerca de los cursos, información general, excursiones que haremos, y otras curiosidades. Nos dijo por ejemplo, que aquí en Jordania, podemos convertirnos en magos… usando el poder de la SONRISA. Nos dijo que por sonreír, por ser amigables, abiertos y por llevar siempre en la boca la frase “Al-Ordon balad jamil jiddan” (“Jordania es un país muy bonito”), muchos de nuestros problemas se desvanecerían y muchos de nuestros gastos económicos se verían reducidos (siendo estudiantes, es algo a tener en cuenta) como por arte de magia. Nos advirtió que teníamos la posibilidad de contactar con otros estudiantes árabes para quedar y practicar nuestro árabe, pero que según él, tengamos cuidado, pues hay muchos “cazadores de estudiantes extranjeros”.

Después de eso, nos enseñaron los sitios más básicos de la Universidad a tener en cuenta: restaurante bueno y barato, clínica sanitaria, biblioteca, museo, punto de encuentro, bancos… Conocí a una chica cubana, uno jordano, una estadounidense, y un escocés que habla un español andaluz bien gracioso (y que sabe alemán, chino, y empezó a aprender árabe en el avión).

Al volver al Centro de Idiomas fuimos a comprobar los niveles en los que estábamos… Cuál fue mi sorpresa al ver que no sólo no estaba en el nivel 2… si no tampoco en el 3, ni en el 4… ¡¡¡si no en el 5!!! Así que así empieza mi vida jordana, chicos, a darle duro al árabe, pasar calor hasta que el otoño decida venir a visitarnos, hacer amigos y, sobre todo, sonreír.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Empezando a aterrizar



Sí… mi avión aterrizó hace ya cuatro días, pero yo aún estoy en ello. ¡Sigo mezclándolo todo! En mi cabeza, en mi corazón… mezclo vivencias en mi memoria, mezclo idiomas, mezclo hábitos culturales, mezclo sentimientos y emociones. En casa, mi portátil reproduce música africana, mientras estudio árabe y más tarde leo un libro de lectura en castellano. Todavía mi sangre palpitaba por Zambia cuando volé a Jordania y una vez aquí, mi corazón recuerda a mis seres queridos en España. ¿Quién no se volvería loca?

Pero sí, poco a poco, voy aterrizando.

Ammán es una ciudad con cerca de 2 millones de habitantes y se encuentra a 777m sobre el nivel del mar. Sin embargo, el área de Ammán donde me encuentro yo, sube a los 900m y pico, lo cual hace que sea más fresca. El Mar Muerto que toca a Jordania está a 416m bajo el nivel del mar!!! Eso lo hace el punto más bajo de la Tierra.

El otro día al final no fui al Mar Muerto, pues descubrí que el curso de la Universidad de Jordania donde estaré estudiando árabe nos llevará a los sitios más bonitos del país cada sábado (gastos incluidos en el precio del curso). Resulta que la entrada a la playa del Mar Muerto que da a Jordania cuesta unos 60 euros, qué locura…

Las fiestas del Ramadán ya han terminado y parece que todo ha vuelto a la normalidad. En varias ocasiones ya por la calle me han hablado en árabe como si fuera de aquí, y ayer en el supermercado me dijeron que parezco jordana! ¿Quién lo diría? Cuando les dije que “ana isbaniya”, les hizo ilusión y me preguntaron si era del FCB o del Real Madrid. Uno de los que escuchaba me dijo que había estado varias veces en España (Barcelona, Málaga, Toledo…). La gente es muy abierta y amable, me alegra mucho ver que para ellos no soy una intrusa más que ha venido a chupar de su espacio para llevarme su idioma.

Ahora toca estudiar fuerte para sacar un buen resultado en la prueba de nivel del día 20 y que me den mucha caña. Quién sabe lo que me falta por vivir aquí todavía…

sábado, 11 de septiembre de 2010

Primera puesta de sol

Los que me conocen y me han seguido la pista saben que lo primero que vi al aterrizar en Lusaka, Zambia, fue un amanecer increíble como nunca antes había visto. Pues bien, ésta vez, me ha tocado aterrizar en Ammán, Jordania, y lo primero que vi mientras mi avión jordano aterrizaba fue la puesta de sol, al mismo tiempo que sonaba la llamada a la oración en las mezquitas.

Pensé que el país entero se alegraba de mi llegada y por eso se oían fuegos artificiales por el cielo y se vivía un ambiente festivo de alegría. Pero resulta que no era exactamente eso… ¡Hoy terminaba el ramadán! Y con él, todo el cambio absoluto de programación que había producido durante esos últimos 30 días: cambio en el programa televisivo, en el horario de apertura y cierre de comercios… y cómo no, en el humor de la gente.

Al llegar al aeropuerto, cambié mis euros a dinares jordanos (1 euro = 0.85 JD) y pagué por mi visado. Me vinieron a buscar a tiempo, y me llevaron a casa. Mi piso se encuentra debajo del piso de los dueños del mío. Un edificio precioso, de piedra de un color teja claro. Fuimos primero a su piso, cenamos un plato de la casa hecho con yogur, pepino, tomate, menta, orégano y comino, junto con hummus (pasta de garbanzos) y pan para acompañar. Y cómo no, un té con menta delicioso. De postres, me dieron dátiles bañados en chocolate y almendra bañada en azúcar. ¡Todo bien rico!

Mi piso es igualmente bonito y espacioso, y se encuentra a 5 minutos andando de la Universidad de Jordania, ¡es perfecto! Caí muerta sobre la cama en cuanto se fueron. A las 5:30 de la madrugada ya se oía la llamada a la oración de la mezquita que según parece suena cada día al amanecer, al mediodía, por la tarde, al atardecer y al anochecer. Es precioso, la verdad, se oye como si fuera una radio encendida desde el cielo.

El tiempo es todavía de verano, hoy llegamos a los 35ºC. Tal vez mañana vayamos al Mar Muerto, donde dicen que hace 10ºC más todavía!

Estos días son las fiestas del Eid-al-Fitr, del ramadán, así que están de fiesta unos días y casi todo está cerrado, excepto los supermercados que parece que no cierran ni de noche!

“Bienvenida al mundo jordano, Aida”, me dijo Shireen hoy.