Así es, las peripecias y aventuras me demuestran que vuelvo a estar en Jordania, y que todo es posible.
El fin de semana pasado tuvimos la visita del hermano y primo de Dunia, y a pesar de que teníamos clases y que no pudimos acompañarlos a Petra, al desierto de Wadi Rum y al Mar Rojo de Aqaba, sí que pudimos ir con ellos al Mar Muerto... o lo intentamos.
Carlos, el primo de Dunia, ya se había empapado de todo lo que ofrece la guía y nos dijo que tenía un interés enorme en unos acantilados que quedaban al otro lado de la carretera del Mar Muerto. Así que decidimos echarles un vistazo antes de meternos en el Mar Muerto (o meterles, porque nosotras con una vez tuvimos suficiente... creedme que con una gota de ese mar se puede aliñar una ensalada entera).
Yendo en coche por la carretera del Mar Muerto fuimos fijándonos en los acantilados que quedaban a nuestra izquierda hasta que vimos uno por el que fluía un riachuelo de agua dulce que llevaba al mar. Decidimos aparcar ahí mismo e ir a ver qué había. Nos emocionamos al no ver de dónde bajaba del riachuelo (sí, como críos) y empezamos a seguirlo para llegar a su nacimiento.
El caminito resultó en una ruta de senderismo casi 100% virgen lo cual todavía nos emocionaba más (ya sabéis, saltar de una roca a otra, esquivar el agua del riachuelo cruzándolo mil veces para descruzarlo después, etc., etc.). Después de 2h de senderismo, y de ponernos a gritar por cada pequeña maravilla de la naturaleza y echarnos mil fotos con todas ellas, llegamos a una especie de lago, de agua dulce, al que caía agua de una pequeña cascada de agua ardiendo y otra, al otro extremo del lago, de agua fría. Nos dejó maravillados, un par de nosotros se echaron al lago primero, y les seguimos el resto, claro está... en ropa.
Hacía mucho calor, pues estábamos a la altura del Mar Muerto (411m bajo el nivel del mar), y concluimos que el agua ardiendo bajaba de debajo el suelo, tal vez de debajo de rocas volcánicas y creaba alrededor de la zona de la cascada un pequeño yacuzzi donde relajar los músculos (yo preferí meterme en el lado de agua fría, claro está). En un momento, caminando dentro del lago, pasé por una zona en la que el agua me cubría solo hasta las rodillas y me sorprendí al ver un bulto en mi bolsillo... metí la mano... ¡¡¡MI MÓVIL!!! Khalas, como dicen aquí... se acabó.
Carlos, con esa rapidez del hombre salvador, me lo cogió y lo puso al sol. Pero nada. Después de una semana, debo confesar que mi móvil sigue sumergido en arroz, que es lo que hice al llegar a casa. Había oído que el arroz absorbe el agua, pero creo que por la cantidad de minerales que llevaba el agua del lago, el arroz no ha podido absorber mucho.
Usaré esta entrada del blog para acabar de convencerme de que es hora de sacar el móvil del arroz.
Por suerte, conseguí comprar uno nuevo el lunes pasado: "Quiero un móvil, nokia, el más barato", y qué bien me entendieron, que me mostraron un móvil nokia sencillo de los que a mi me gustan, práctico y nada feo, por 17 dinares (18 euros), y con linterna supersónica y todo.