domingo, 12 de diciembre de 2010

Tercer y último día de vacaciones

Finalmente, el tercer día de nuestras vacaciones inolvidables empezó de la mejor manera posible: viendo la salida del sol... que no el amanecer. Hago esta puntualización, porque nosotros queríamos ver el amanecer en el desierto, pero parece que el beduino no entendería nuestro cutre-árabinglés, y nos dio la hora de la salida del sol.
Así fue como nos despertamos todo emocionados para descubrir que ya había luz en el cielo. De todas formas, decidimos ir a ver la salida del sol. Escalamos una de las grandes rocas, si supierais el miedo que da, escalar una roca empinada como la que más, medio zombis por haber dormido 3h y cuidando mucho la enorme cantidad de desprendimientos... Pero sin duda, valió la pena llegar hasta arriba del todo, el desierto transmite una calma, un silencio, una paz y tranquilidad que no había sentido nunca hasta entonces.


Volvimos al campamento donde nos habían servido ya el típico desayuno jordano: labneh (queso-yogur de cabra con aceite), hummus (pasta de garbanzos), mutabbal (crema de berenjenas), zaatar (mezcla de especias que se come con pan y aceite de oliva), todo ello se come con pan, y té.
De ahí nos dieron una vuelta en Jeep por las dunas, y hacia las 12 partimos en dirección a Aqaba, una ciudad cerca de Wadi Rum pero a la costa del Mar Rojo. Cuando llegamos a Aqaba, lo primero que pensé fue: "¿Esto es Jordania? ¿O me han llevado a Tenerife?". Si veis fotos en Internet veréis a lo que me refiero: palmeras, turistas con cámaras de Nikon colgando del cuello, y playa. Sin embargo, para acceder a la playa, o bien se va a la playa pública (que no se recomienda a chicas extranjeras por el efecto que puedan causar sobre el público masculino...), o bien a la playa privada, propiedad de hoteles. Así que decidimos que ni una cosa ni la otra, íbamos a alquilar un barquito modesto por dos horas y a ver y bañarse en ese Mar Rojo conocido por lo cristalino que es. El Mar Rojo es precioso, y el agua, habría estado buenísima, si no fuera porque decidieron pararnos en un punto donde había una granja entera de erizos de mar.


Nuestro viaje de vuelta a casa en Amman se caracterizó por mucha música en el coche, mucho baile y mucha fiesta... españoles teníamos que ser.
Y así llegamos a nuestro hogar, dulce hogar, llenos de arena por todas partes, con el pelo salado del mar, y con el cuerpo de dos días sin lavar, de una excursión cuanto menos inolvidable e increíble a la que llamamos... "Callejeros por Jordania".


Qué deciros, lo único que nos faltaba es que el conductor de nuestro trayecto nos cogiera tanto cariño que nos invitó a comer a su casa... Musakhan!! Un plato típico jordano formado por pollo sobre pan, y bañado en jugo de limón, almendra y especias. ¡Ese es mi plato favorito!



1 comentario:

  1. Me acuerdo de ti. Mis cámaras estarían al rojo vivo, ahí. Te extrañamos. Cuidate mucho. Un beso.
    Ricard-o

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